Libertad bajo vigilancia

Único país de Europa oriental sin ningún corresponsal permanente al extranjero, desde que un redactor de la agencia de noticias estatal, Agerpress, decidiese quedarse a vivir en París en 1976. He citado a Rumania porque la dictadura de Ceaucescu proporcionó algunos de los ejemplos más absurdos de restricciones contra la prensa. Pero también podía haber mencionado a cualquier otra nación del «bloque».


El primer país que escapó a esta especie de esclavitud periodística fue Hungría. Poco a poco, la prensa húngara empezó a autocensurarse menos y a informar más independientemente. Las autoridades, por su parte, aprendieron una nueva y relativa tolerancia. La prensa, en muchos aspectos, se parece mucho a la occidental, en sus investigaciones, sus frecuentes entrevistas con antiguos disidentes y su elemento sensacionalista. En efecto, Rupert Murdoch ha comprado el 50% de una de las publicaciones más sensacionalistas y más populares, Reform. La televisión húngara se ha vuelto igualmente atrevida. Por ejemplo: emitió un documental sobre la muerte de Imre Nagy, primer ministro durante la rebelión fracasada de 1956, antes de que éste fuese oficialmente rehabilitado por el Gobierno. Pero la situación de la televisión se ha complicado recientemente, en vísperas de las primeras elecciones libres en más de 40 años. En los últimos días, Imre Pozsgay, uno de los líderes del partido gobernante, el socialista -quien también, no lo olvidemos, es el responsable de la campaña electoral de los socialistas- ha abandonado su control de la radio y la televisión, después de ser acusado de haber intentado hacer de los medios electrónicos su propio portavoz. Uno de los mejores periodistas del país, Endré Aczél, fue destituido de su puesto de jefe de información de la televisión, y el nuevo equipo en el departamenteo de noticias está compuesto, según varias fuentes, de grises estalinistas.

Esta ambivalencia se refleja aún más obviamente en el siguiente país que «cayó», es decir, la Unión Soviética. De momento, Mijail Gorbachov se enfrenta a los problemas más graves desde su llegada al poder: la economía y la violencia en varias regiones de la nación. Pero su política de «glasnost» o apertura -la que, en fin de cuentas, ha permitido estas nuevas reclamaciones nacionalistas- también ha representado un cambio radical para los periodistas soviéticos. Ya casi no hay tabúes para la prensa. Pero la pregunta persiste: ¿hasta qué punto sigue el Gobierno soviético considerando a los medios de comunicación como lo hizo el propio Lenin, es decir, como los fieles propagadores de la linea del Partido Comunista (la cual, en este caso, es de «glasnost)»? Hay que recordar que Gorbachov ha advertido varias veces a los directores de periódicos y ha intentando forzar la dimisión del director de Argumenty i Fakty. Polonia ha sido el siguiente país en adoptar reformas. El año pasado, un primer ministro no comunista fue elegido por primera vez en 41 años. Tadeusz Mazowiecki es periodista y ha prometido públicamente asegurar que la libertad de prensa sea la regla y no la excepción. Se han abolido las restricciones sobre la creación de nuevos periódicos, y varias publicaciones nominalmente independientes han aparecido, como Gazeta Wyborcza (cuyo director, no obstante, es el destacado diputado de Solidaridad, Adam Michnik).

Después vino el derrumbamiento histórico del muro de Berlín, hecho realmente inconcebible semanas antes. Es verdad que los alemanes orientales ya habían tenido acceso a fuentes de información independientes, porque casi toda la población -salvo los que vivían en un área alrededor de Dresde apodamada «El valle de los ignorantes»- podía ver la televisión de la República Federal de Alemania. Pero una vez parcialmente liberada la sociedad del yugo del Partido Comunista, los medios de comunicación del lado oriental soltaron las cadenas que les habían estrangulado durante tantos años. Fue la televisión de la RDA, en efecto, la que empezó las investigaciones de la corrupción del régimen de Erich Honecker, el cual ahora espera su proceso, acusado de traición. Por primera vez en su historia, los alemanes orientales prefieren ver sus propios canales de televisión, y con razón: hay toda una serie de programas como «Aktuelle Kamera» que tratan de temas antes «intocables» como el aborto.

Los propagandistas comunistas como Karl Eduard von Schnitzler, qué había lanzado su propio programa, «Der Schwarze Kanal» (El canal negro) en los años 50 para contrarrestar la influencia de la televisión de la RFA, han sido destituídos de sus puestos. Sin embargo, lo que hay que subrayar es que un visitante a Berlín oriental no se encuentra con una euforia total, sino con inquietud por el futuro, por el grado de control que siguen ejerciendo los comunistas, allí llamados Partido de Unidad Socialista (SED), que bajo Honecker alabó la matanza de los estudiantes desarmados en la plaza de Tiananmen. Inquietud, también, por las consecuencias de una posible reunificación de las dos Alemanias. Lo que sí está claro es que los medios de comunicación en Alemania oriental han sufrido una tremenda transformación. Hace meses, periódicos de la iglesia y versiones alemanas de publicaciones rusas fueron confiscados o prohibidos, y varios corresponsales extranjeros, expulsados del país. Ahora, todo ha cambiado. Klaus Wilczynski, corresponsal diplomático y político del diario Berliner Zeitung, me dijo en Berlín oriental que hay «libertad de prensa al 120%. Puedes escribir exactamente lo que quieras». Su periódico desempeñó un papel importante en la revelación de la corrupción de Honecker. HansJoachim Koppe, del diario cristianodemócrata Neue Zeit, está de acuerdo: «Los muchos tabúes que se establecieron han sido demolidos». Este mes, las autoridades de la RDA han anunciado que, desde ahora, los corresponsales extranjeros son libres de viajar donde quieran y hablar con quien quieran.

¿Por qué la falta de euforia generalizada, entonces? Mathias Ebert, alto mando en la televisión, me dijo que temía que las cosas se moviesen demasiado rápidamente: «Quizá nuestra sociedad no esté preparada para tales sacudidas». Los nuevos partidos de la oposición exigen acceso igual a la prensa, radio y televisión, que consideran todavía demasiado controlados por las autoridades. En efecto, a pesar de los enormes avances hacia la libertad de expresión, casi todos los periódicos son propiedad del SED. Pero estos días varios periodistas han asumido el control de un diario regional -Das Volk, en la ciudad de Erfurt en el sur- y han creado, llamándolo Thüringer Allgemeine, el primer periódico reaknente independiente del país, libre de conexión con partidos políticos. Wilczynski me dijo que la Berliner Zeitung «seguramente» haría lo mismo.

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