Kundera y el partido comunista

Comprendí la literatura de Kundera cuando viajé por primera vez a Praga en los años 90. 

Allí estaban las huellas de escritores como Kafka, Kohout y Seifert, pero sentí sobre todo la poderosa influencia del autor de La insoportable levedad de ser en las calles y en los cafés de la capital checa. 
Apenas quedaban ya rastros del comunismo, pero la ciudad respiraba la misma sensualidad que describe Kundera en sus libros.

Me vino a la memoria el personaje del cirujano que abandona a su esposa y se lanza en brazos de una mujer tras otra mientras los tanques soviéticos ocupan Praga en 1968. 

Esa curiosa mezcla de un ambiente de opresión política y de unas ansias irrefrenables de vivir atraviesan toda la obra de Kundera, en la que la levedad de ser y el peso del compromiso político son fuerzas contrapuestas que pugnan en el interior del individuo. 

Kundera perteneció al Partido Comunista por puras razones de supervivencia y luego se distanció y se convirtió en un exiliado político. Sus escritos fueron prohibidos y tuvo que emigrar a Francia, donde alcanzó la celebridad literaria. Pero todas las páginas de sus libros transpiran el ambiente de esa Praga de su juventud, un clima opresivo en el que el principal reto era seguir siendo libre en un régimen que no toleraba la disidencia. Kundera rompió con su pasado, dejo atrás su familia y su lengua y prefirió saltar al abismo antes que traicionar sus convicciones.

No pudo soportar la pesada levedad de la ignominia. Ese legado seguirá siempre vivo en su obra.

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