Mario Conde vuelve a la Universidad de Deusto

Veinte años después de que Mario Conde terminara la carrera de Derecho en Deusto, con calificación de sobresaliente, ha «vuelto a casa».

El Paraninfo de la histórica facultad donde el hoy presidente de Banesto formó su «arquitectura de valores» estaba ayer abarrotado de jóvenes estudiantes deseosos de estar cerca del superstar. 

Las quinientas sillas que constituyen su aforo no fueron suficientes para albergar tanta expectación y hubo que habilitar una sala contigua con sistema de vídeo para que quienes no pudieron conseguir un pase al aula magna pudieran ver en la pantalla al hombre, que consideran un modelo a seguir.

A las 18, una hora antes de que comenzara el acto de inauguración de las Jornadas de Derecho y Economía organizadas por la Universidad de Deusto, la cuna del saber vasco férreamente gobernada por la orden jesuita, decenas de jóvenes se agolpaban frente a la entrada del Paraninfo. 

Una adolescente de 18 años; estudiante de Derecho, comentó: «Mario Conde no es muy buen conferenciante, pero yo no he venido por eso. Es una persona que ha hecho muchas cosas empezando de cero y además estudió aquí, por eso he venido a verle».

Deusto sigue siendo la misma Universidad elitista que encontró Mario Conde en 1966, pero quizás los valores de entonces no son los que priman ahora entre los estudiantes que, en su inmensa mayoría, pertenecen a la burguesía vasca. Uno de ellos, estudiante de Derecho Económico, 19 años, señala: «Para mí, Conde es un modelo. Es el puto amo de las finanzas».

A las 18,55, Conde desciende por la escalinata de madera que da acceso al claustro donde se ubica la sala del Paraninfo. Seguido por su guardia pretoriana, acompañado por el rector de la Universidad, Jesús María Eguiluz, y por el vicepresidente del Gobierno vasco, Jon Azua Mendia, Conde levanta el revuelo y porvoca el. murmullo de sus incondicionales. «Yo me he formado aquí. Y aquí aprendí lo que es la libertad en unos momentos difíciles. 

Aquí me enseñaron a respetar la libertad individual, por eso, aunque soy gallego, yo me siento un poco vasco. Hoy he vuelto a mi Basa».

Las primeras palabras de Conde tienen un magnetismo especial, provocan el silencio y crean una atmósfera propicia para que el presidente de Banesto, 42 años, aspecto impecable, pelo engominado y mirada, firme, entre en acción metiéndose en el bolsillo a la concurrencia. En las primeras filas de la sala, sus amigos de siempre y hoy sus hombres de máxima confianza. Ramiro Núñez (secretario del consejo de Banesto) y Enrique Lasarte (presidente del Banco de Vitoria), que estudiaron con él y compartieron las enseñanzas del padre Bernaola, verdadera alma mater de la Universidad, que dirigió con mano de hierro desde 1940 hasta 1973.

También están Fernando Garro, Arturo Romaní y Aizmendi, ejecutivos clave de Banesto que profesan por él una admiración sólo comparable a la que despierta en las nuevas generaciones. 

«Esto no ha cambiado nada», comenta Ramiro Núñez con cierta nostalgia. «En esta sala nos graduamos Mario y yo». Chicas con pelo moldeado y rostros angelicales, muchachos de buena familia, flanquean las balconadas de la gran sala en contrapunto con la solemnidad del escenario: suelo entablillado, tapiz de terciopelo rojo y un gran cuadro, imitación de un Murillo, realizado por un jesuita con más voluntad que acierto, que muestra a Santo Tomás impartiendo doctrina.

Los congregados, que han venido atraídos por la figura del hombre que en España representa el éxito, tal vez poco avisados de sus problemas con el Gobierno o de sus dificultades de entendimiento con algunos banqueros o de la mecánica que hace variar una cuenta de resultados, siguen sin pestañear la conferencia: «La capacidad negociadora de un país se mide por la capacidad de las empresas controladas por sus residentes para generar beneficios reinvertibles». La llamada a un cierto capitalismo nacionalista provoca la admiración de la concurrencia. 

El País Vasco forjado por la industria siderúrgica y naval, capitaneadas por los bancos Bilbao y Vizcaya, auténticos artífices del desarrollo de Euskadi en el último siglo, entiende mal la especulación y las fortunas hechas a base de pelotazos. Por ello, el mensaje de Conde conecta bien con la forma de entender la economía de los vascos, algunos de los cuales aún no han olvidado la afrenta que el joven banquero hizo a uno de sus hombres más insignes, José Angel Sánchez Asiaín, cuando el Banco de Bilbao lanzó la OPA sobre Banesto a finales de 1987.

La imagen de Mario Conde en el País Vasco no es precisamente la de un empresario al uso. Incluso hoy, más de cuatro años después de la frustrada OPA, las relaciones de Banesto con el BBV, el banco de la casa, siguen siendo tirantes y no demasiado amistosas. Por eso la visita a Euskadi era un reto para el banquero. Y decidió jugar sus mejores bazas: presentarse en Deusto, donde es considerado como uno de los alumnos más ilustres (en Deusto estudiaron también Asiaín y Pedro Toledo), y ante su público, gente joven, que le considera un hombre a imitar.

Una estudiante de quinto curso de Derecho resume así su idea de Conde: «Lo que más me atrae de él es que ha sabido arriesgar. Ha tenido éxito arriesgando y eso es muy importante. Yo no entiendo mucho de banca; pero creo que lo que ha hecho en los últimos años nos enseña que con esfuerzo se pueden conseguir cosas, aunque a veces haya que pisar algunos callos». Al concluir su discurso, Conde vuelve a tocar la fibra sensible de sus seguidores, maestro como es encantar a la audiencia: «Esta es la primera vez que doy una conferencia a gente que está sentada donde no hace mucho tiempo estaba sentado yo». Salva de aplausos.

El banquero que partió de cero, el «abogado de Juan Abelló», como le. llamaban los millonarios amigos de su ex socio para marcar distancias, ha vuelto a hacer el milagro. Se puede llegar. 

Incluso en la España donde todavía el apellido pesa como una losa y las grandes familias se apiñan para defender sus privilegios, se puede alcanzar la fama y el éxito si se sabe jugar bien. El mito del sueño americano sigue vivo, aunque ahora brille tal vez menos y la dura realidad haya demostrado que lo difícil no es llegar arriba, sino mantenerse.

Un sueño que no todos comparten. «No, yo no voy a ver a Mario Conde», sonríe burlón un joven estudiante de Derecho tocado de tupé al estilo Elvis, vestido con vaqueros y cara de buena persona. «Sólo un 30% de la gente que ha venido hoy está apuntada a los cursos. El resto ha venido por morbo, para ver de cerca al mito. Eso es absurdo. El modelo que representa Mario Conde a mí no me convence. No creo en la cultura del éxito. Yo prefiero conseguir un buen trabajó y ser feliz sin mayores ambiciones. Claro que sé que aquí, en Deusto, eso sólo lo pensamos una minoría».

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