La venganza de los Clinton.

A finales de septiembre, Barack Obama y Bill Clinton jugaron los 18 hoyos del campo de golf en una base militar a las afueras de Washington. Según las imágenes difundidas, el ex presidente estadounidense hablaba y movía las dos manos, expresivo, mientras el actual escuchaba y se concentraba en el partido (que ganó).

Obama aseguró que comentaron los efectos de subir impuestos a los más ricos para volver al nivel fiscal de la Administración Clinton. «Le pregunté, '¿y qué tal fue?'. Pues resulta que se crearon un montón de empleos», explicó el presidente en una cena de campaña horas después. Lo que obvió es lo que subraya ahora Clinton en un libro de consejos económicos que publica mañana para «ayudar» al presidente y, de paso, meterle unas cuantas pullas. Los banqueros y grandes ejecutivos apoyaron al presidente demócrata de los 90 porque no les criticaba en público. «Muchos me respaldaron cuando les subí los impuestos en 1993, porque no les ataqué por su éxito», escribe Clinton, según los primeros extractos.

En el libro, el ex presidente afea a Obama su lentitud cuando tenía al Congreso de su lado, por ejemplo, para subir el techo de deuda pública, lo que le hubiera evitado la crisis de este verano. Se queja de su falta de mensaje contra los republicanos y de su incapacidad para explicar lo que está haciendo hasta a quienes se benefician de sus políticas. Clinton achaca la derrota de las elecciones al Congreso en 2010 también a la negligencia en la comunicación. «No hubo ninguna campaña de publicidad para explicar y defender lo que habían hecho», escribe el ex mandatario.

Los comicios de 2010 y la aparente desidia de los demócratas motivó a Clinton para escribir el libro, Back to Work. El ex presidente ya publicó su biografía en 2004, pero este pretendido recetario de políticas económicas es una nueva manera de reivindicar sus ocho años de Gobierno en que se crearon 22 millones de empleos y el déficit de 211.000 millones de euros de Bush padre se convirtió en un superávit de 172.000.

Clinton critica, sobre todo, a los republicanos y su política «antigubernamental», pero insiste en que la economía actual «es un desastre» y Obama ni siquiera está explicando lo que hace. «Estoy intentando ayudarle, pero parece que ha perdido su hilo argumental», decía Clinton en agosto sobre un político con quien no conecta por su frialdad y una historia común de disputas.

El partido de golf era una de las raras ocasiones en que Obama departía con Clinton, después de años de desavenencias que se remontan a una década antes de la dura campaña contra Hillary en las primarias demócratas. En 1996, recién elegido en el Senado de Illinois, Obama criticó al presidente por renunciar a sus principios para complacer a los republicanos y Clinton apoyó a los rivales del joven en el partido. Si bien la relación se ha relajado desde 2009, los Obama nunca han invitado a los Clinton a cenar en la Casa Blanca.

El presidente casi suplicó a Hillary que fuera su secretaria de Estado, pero también ha limitado su margen de maniobra y ha impuesto nombramientos en su equipo. Sobre Afganistán, Irak o Guantánamo apenas le ha dejado espacio, aunque Clinton, poco quejosa, se ha dedicado a la diplomacia más discreta y ha aceptado el rol de subordinada. Su pequeña venganza es que, desde el hundimiento de Obama en las encuestas, demócratas y republicanos repiten que con ella la situación habría sido mejor. Según una encuesta de Time, si Hillary se presentara ganaría por 17 puntos a Mitt Romney, el probable candidato republicano (Obama empataría o perdería, según la mayoría de los sondeos).

Su entorno alimenta los rumores de un posible nuevo intento en 2016, cuando ella cumpla 69 años. Pero Hillary lo desmiente e insiste en que sólo quiere estar un mandato como secretaria de Estado. «Ya he hecho mi aportación. Lo he hecho lo mejor que he podido. Pero ahora quiero dedicarme a otras cosas. Quiero volver a escribir, tal vez enseñar y trabajar con mujeres y niñas por el mundo», comentó en octubre a la NBC, con el mismo énfasis con el que hace unos años negaba que fuera a ser candidata a la Casa Blanca.

Esta semana es portada de Time. En una foto en blanco y negro donde sale favorecida, mira hacia el infinito, sentada en su mesa de trabajo, con papeles y un bolígrafo en las manos. La revista titula el laudatorio reportaje «El poder inteligente».

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