Me gustan los monstruos.

A sus 65 años, Charlotte Rampling sigue siendo una mujer fascinante. No sólo conserva buena parte de la belleza que la ha hecho famosa sino que, sobre todo, ha encajado el paso del tiempo con una increíble e inusual dignidad. Tanto es así que, con ese punto desafiante que siempre ha tenido, se presenta a la entrevista sin pendientes, sin anillos, sin collar... Sin una sola joya. Con apenas un ligerísimo y absolutamente natural toque de maquillaje. Y, por supuesto, con un rostro sin una gota de cirugía estética. «Operarme sería una salida demasiado fácil», asegura con sonrisa burlona esta mujer espléndida, mitad británica y mitad francesa, que en estos momentos vive a caballo entre París y Londres, y a la que nunca le han gustado las cosas sencillas.

La prueba está en The eye of the storm, su última película, dirigida por Fred Schepisi y presentada ayer con gran éxito en el Festival de Cine de Roma, donde por ahora es la gran favorita a hacerse con el máximo galardón. El filme se basa en la novela del escritor australiano y premio Nobel de Literatura Patrick White, publicada en España en 1973 con el título de El foco de la tempestad. Un largometraje en el que Charlotte Rampling da vida a una cruel, controladora y acaudalada anciana de 80 años que, en su lecho de muerte, repasa su vida, repleta de maldades y de perfidias de las que no se han librado ni siquiera sus dos hijos.

Un personaje terrible pero que, una vez más, ha servido para desmostrar la capacidad de arriesgar de Charlotte Rampling, quien no ha dudado en meterse en la piel de una mujer 15 años mayor que ella y cuyos dos hijos en el filme están interpretados por dos actores sólo un poco más jóvenes de lo que es ella en la vida real: Geoffrey Rush (ganador de un Oscar en 1997 por su interpretación del pianista David Helfgott en El resplandor de un genio, amén del logopeda que enseñaba a hablar sin tartamudear a Jorge VI en El discurso del rey), de 60 años, y Judy Davies, de 56. «A nadie le gusta interpretar a una persona 15 años mayor de la edad que una tiene en realidad, pero no hay que pensar en el tiempo que pasa. Por supuesto, todos querríamos ser siempre jóvenes y no envejecer jamás, pero la naturaleza piensa de otro modo», afirma la actriz.

En The eye of the storm, Rampling aparece con el pelo canoso y el rostro surcado de profundas arrugas, pero, eso sí, siempre maravillosa. Como una gran dama.

La actriz se presenta enfundada en camisones de seda e implacable ante el avance de la enfermedad en esta película ambientada en 1972, en una fastuosa villa a las afueras de Sydney. Es ahí donde su personaje, Elizabeth Hunter, una aristócrata egoísta y cruel que con sus constantes humillaciones se convierte en la peor enemiga de sus propios hijos, aguarda la muerte atendida por dos enfermeras, un ama de llaves y su abogado de toda la vida.

Sus hijos -un actor mediocre y la triste y solitaria esposa de un príncipe francés sin un duro- acuden a su lecho de muerte deseosos de cobrar la herencia. Pero, aún moribunda, Elizabeth Hunter es capaz de castigarlos con sus afilados zarpazos.

«Sí, ella es un monstruo. Pero es tan horrible que resulta irresistible. Además, a mí me gustan los monstruos», asegura la actriz. «Elizabeth es un poco como el rey Lear, una mujer que ha arriesgado mucho durante su vida y que ha dejado tras ella muchas víctimas, en especial sus propios hijos», admite.

«En el libro es aún peor que en la película: más monstruosa y más vieja», prosigue, «pero también es muy humana, y a mí me gusta. Es peligrosa, sí, pero, sobre todo, no trata de engañar a nadie haciéndole creer que es quien no es o escondiendo su crueldad».

Charlotte Rampling saltó a la fama en 1974 con Portero de noche, de la italiana Liliana Cavani, donde interpretaba a la superviviente de un campo de exterminio nazi que, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, comenzaba una relación sadomasoquista con el ex oficial de las SS que fue su carcelero.

En The eye of the storm, curiosamente, el ama de llaves es una alemana que huyó del nazismo y que por las noches se viste con antiguos vestidos de gala de su señora moribunda y se dedica a interpretar shows para ella.

«Vi hace poco Portero de noche en la tele mientras hacía zapping. La cogí a la mitad, pero me gustó. Además, es una película que hoy en día ya no escandaliza», confiesa. «Hay cosas que yo no haría nunca y que, de hecho, no hago. Siempre he querido mantenerme en los límites de lo aceptable, no ir más allá de ciertos confines».

The eye of the storm es una tragedia, pero tiene asimismo ribetes de comedia. La monstruosidad de la anciana protagonista no sólo provoca hilaridad sino, en ocasiones, hasta simpatía: al fin y al cabo, es directa y dice lo que piensa, algo poco habitual en la alta clase social a la que pertenece y que se caracteriza por estar dominada por la hipocresía.

Pero, por encima de todo, la película es una brutal exploración en el complejo mundo de las relaciones familiares. Un mundo cuyo lado oscuro conoce muy bienCharlotte Rampling: en 1966, después de dar a luz a un niño prematuro, su hermana Sarah se suicidó. Algo que la actriz y su padre ocultaron durante toda su vida a su madre, a la que hicieron creer que Sarah había muerto de una hemorragia cerebral.

Sólo en 2001, una vez fallecida su madre, la actriz reveló públicamente la verdad. Por no hablar de los rumores que aseguraban que ella y su primer marido, el actor y publicista Bryan Southcombe, vivieron un apasionado ménage à trois con el modelo Randall Laurence. O de las infidelidades de su segundo marido, el compositor francés Jean-Michel Jarre, lo que le costó una crisis nerviosa.

«Por supuesto, he respetado el libro en el que se basa la película, pero he tratado de destacar todos aquellos elementos que, en el fondo, son comunes a cualquier familia», sostiene, por su parte, el australiano Fred Schepisi, director de este atractivo largometraje.

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